De sus ojos verdes aceitunados, lágrimas saladas
mojaban el vestido marfil bordado, primorosamente, con perlas y cristales; sin
embargo, una sonrisa rojo magenta quitaba confusión, dolor, en esa oscura noche de luna.
Alfonso, de 39 años, adjunto de la cátedra de clínica
quirúrgica, era impecable en su oficio. Se acercaban de otras cátedras para
verlo en su arte, incisiones precisas, suturas de alta costura, ambiente
amable, cálido, parecería contradictorio, pero el que conocía Alfonso sabía que
era así.
Llegaba al hospital escuela situado a escasos kilómetros
del centro de Rosario, y allí enfermeras, médicas, bioquímicas, dejaban sus quehaceres
para verlo pasar, para hablar con él, para algo con él.
Así era, Alfonso: seductor, fascinante, por dentro y
por fuera.
Solía llegar solo, de guardapolvo impecable, mirada
profunda, negra como el carbón, pelo renegrido peinado como con fijador, para
que ni un solo cabello saliese de su sitio.
Hacía un tiempo se lo veía a veces llegar con una
nueva pareja, una residente de 3er año de Pediatría que hacía las delicias de
los caballeros del nosocomio.
Ella, Amalia, tan encantadora y atractiva como su
pareja, llegaba con Alfonso en una moto de alta cilindrada y al bajar en el
jardín trasero del hospital el tiempo se detenía para que el que anduviese por
allí pudiera verlos pasar.
Muchas cosas se rumoreaban de Alfonso, que cambiaba de
novias, todas hermosas y cautivantes, en forma tan frecuente como sus camisas,
elegidas con exactitud quirúrgica.
Siempre asistía a los congresos acompañado de alguna
cautivante señorita.
Eran habituales sus escapadas a Río de Janeiro, pero
hacia allí se dirigía sin compañía.
Con la llegada de Amalia a su vida, éstas escapadas no
habían cesado, pero sí espaciado en el tiempo. Su maleta estaba casi lista, siempre,
ante alguna eventual partida.
En realidad eran dos maletas, una destinada a los
congresos, y otra a sus huidas rumbo a Río.
En la primera acomodaba lo indispensable: camisas, sweaters, y si era invierno ropa
interior, dos pares de zapatos y un traje para las noches de teatro o de cenas
programadas.
Ahora era Amalia la que se encargaba de dicho
menester, con celo y delicadeza.
A la otra maleta, la de las huidas, nunca había tenido
acceso, hasta que ambos llegaron al hotel frente a la playa de Ipanema en Río.
Amalia había
insistido en muchas ocasiones con el fin de acompañarlo en dichos viajes pero
la respuesta de Alfonso era un No, cortés pero rotundo.
Hasta que al cabo de casi 2 años de relación llegaron
a Río, Alfonso feliz pero con ciertas reservas, y Amalia espléndida por
acompañar a su hombre en lo que era su misterio sigilosamente oculto.
Alfonso reservó dos habitaciones contiguas, lo que dejó
un sabor agridulce en Amalia, pero no quiso preguntar para no romper el hechizo
de ese viaje.
Es más, Alfonso sacó una entrada en un lugar VIP del
sambódromo da Marqu`es de Sapucaí (en el barrio Cidade Nova de Río), y
entonces, sí, Amalia preguntó por qué una sola butaca, pero Alfonso eludió
gentilmente la respuesta diciéndole que todo estaba perfecto.
Las fiestas de carnaval carioca comenzaban al otro día,
40 días antes de la Semana Santa. Así que al llegar bajaron a la playa,
comieron, caminaron y también durmieron juntos, traspasando la puerta lateral
que unía ambos cuartos.
Alfonso lo tenía todo dispuesto en su cabeza.
Al otro día se tomarían el día libre para encontrarse
a las 10 de la noche en la fiesta de carnaval.
Allí estuvo ella, puntual con su vestido de novia, tal
como habían quedado. Y entre el libertinaje de olores, algarabía, sudor, gritos,
sexo, goce … apareció la primera scola guiada por una Cleopatra erguida, altiva,
con polvo color carmín coloreando sus mejillas y labios, lapislázuli y
malaquita como un antifaz enmarcando sus ojos,…sus ojos negros como el carbón
pero ahora encendidos, mirándola honda e intensamente a ella, a Amalia, y
moviéndose con sensualidad, voluptuosidad, ….deteniendo el tiempo, como
solamente Alfonso podía hacerlo.
La gata bacana
(Alumna del taller literario para adultos mayores de la Biblioteca Argentina "Doctor Juan Álvarez").
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