Se balanceaba dentro de una esfera oscura.
Se balanceaba dentro
de un prisma húmedo.
Ahí dentro recibía
alimentos y tenía oxígeno.
No veía la luz ni
dentro de la esfera ni dentro del prisma.
Dentro de la esfera
se oían arrullos y canciones de cuna.
Dentro del prisma se
oían gritos desgarrados y un poco de cumbia.
La monotonía era la
virtuosa rutina en ambos espacios.
Succionaba su pulgar
derecho y el espacio se hacía insuficiente.
Se mordía las uñas
ajadas y el espacio se hacía agobiante.
Pegaba pataditas y
recibía caricias.
Pegaba puñetazos y
recibía dolor.
Se cumplía la fecha
predeterminada por la obstetra.
Se cumplía la fecha
predeterminada por el servicio penitenciario.
Llegó el día final en
que atravesó el canal del parto en busca de una nueva vida.
Llegó el día en que
atravesó el pasillo largo en busca de una nueva oportunidad.
En un impulso fue
recibida por las manos firmes de la partera y le cortaron el cordón umbilical.
En un impulso la
sacaron de la celda de castigo y le sacaron las esposas.
Le dieron una
palmadita suave y lloró.
Le dieron una golpiza
letal y cayó.
Fue apoyada
cuidadosamente sobre el pecho de su mamá.
Fue arrollada
brutalmente sobre el cemento de su cárcel.
Un día nació.
Un día murió.
Vir NZ
De Bordeando los límites, 2021