Es
un brillante día de sol en Arlés. Mientras camino buscando un lugar donde
colocar mi atril, tengo semicerrados mis ojos porque el amarillo es
enceguecedor. Me atrae y me excita. Siento el calor de los rayos en mi piel
mientras camino buscando un lugar, el lugar exacto donde perciba los girasoles
susurrar, gozar eróticamente en suave melodía mecidos por la brisa.
Camino
y cavilo: hace algunos meses atrás despaché a Theo el paquete con el lienzo que
pinté de mi cuarto. El cuadro tiene
toda la intención de transmitir tranquilidad, paz. Debo tranquilizar a mi
hermano, ha sido mi único sostén emocional y económico en estos últimos tiempos
y esa incómoda situación me produce irritación y mucha culpa. Afortunadamente
nuestro padre ya no está entre nosotros porque sufriría viendo la ignominia (*)
de mi desdichada vida.
Siento
que he fracasado y soy el único responsable de mi fracaso. Vienen a mi mente recuerdos de mi pasado: cuando acogí -muy joven -
con entusiasmo la oportunidad que me dio mi familia de trabajar como
vendedor de arte, con cierto éxito.
Después fui maestro, luego intenté ser
predicador como mi padre en una
de las regiones más inhóspitas y empobrecidas de Europa
occidental: allí, en el distrito
carbonífero de Borinage, en Bélgica.
Pero nada de esto me daba sosiego. Mi mente siempre estaba inquieta: sólo
buscaba afanosamente aquello que pudiera hacer bien, aquello donde mi alma
pudiera encontrar el sentido de la vida. ¿ esto es pecado ??. Descubrí que
dibujando, pintando, me sentía y me siento pletórico, mis días suceden con un
objetivo claro y primordial: reflejar la Naturaleza en mis pinturas.
Pero
los demás, la gente, nunca encontró valor en mis obras y ese juicio impide
vender mis cuadros: eso también significa mi fracaso.
¿Pero
qué debo hacer? ¿Cómo pagar mis deudas,
mis gastos, mi mantenimiento diario?. Lo que me envía Theo no es suficiente,
apenas alcanza para comprar los nuevos colores y papeles, ahora llevo 2 días
sólo tomando agua y una hogaza de pan pero no puedo seguir así. La dulce Jeane
puso en mis manos, cuando pasé ayer por su carro cargado de frutas, dos
manzanas deliciosas. Me avergüenza confesar que las suelas gastadas de mis
zapatos no me permiten caminar con comodidad. Tampoco puedo pedirle a Theo que
aumente la mensualidad que me envía,
sería indigno de mi parte. Sufro la
mirada despectiva de los que a diario me rodean porque ven mis ropas sucias,
pestilentes. No puedo pagarle a la lavandera y además, el clima variable,
algunos días lluviosos y el mistral (*) -que han impregnado mis ropas de polvo
y humedad- tornan mi persona olorosa y
desagradable.
-Dios,
te suplico, si me escuchas, ayúdame! ¿Qué puedo hacer ??
Tuve
la debilidad tiempo atrás de excederme con una botella de absenta (*) y en
pocas horas bebí casi todo. Sólo quería olvidar. Estaba fuera de mí, no sabía
qué hacía. Me miraba en el espejo y veía una desprolija barba. Tuve la errónea
idea de querer rasurarme, pero mi mano no obedecía con exactitud las
distancias, y así fue como dañé mi oreja.
Esto
asustó mucho a Theo. Y no sé cómo
explicarle a mi querido hermano esta sensación que me acompaña permanentemente
de no tener destino, la certeza de que no podré construir un hogar con familia,
trabajo, hijos. No hay posibilidad alguna. En aras de obtener algún dinero para
sobrevivir debiera buscar algún empleo, o dedicarme al comercio. Esto insumiría todo mi tiempo. ¿Tendré que decidir como mi querido amigo Gauguin quien partió
hacia un lejano y desconocido país llamado Panamá para ayudar en la
construcción de un canal ??. Se fue en el convencimiento de que sería la
única manera de ganar buen dinero y vivir decentemente. Yo no podría tomar ese
camino. Hoy estoy absolutamente seguro que nunca podría renunciar a lo que tanto me gusta hacer, al arte que
tanto despierta mi pasión. Desde que
avanzan las nuevas ideas políticas y económicas la sociedad se ha vuelto totalmente alienada, dominada por el
dinero y el interés. La salvación sólo puede estar en el contacto profundo y
mágico con la Naturaleza. Justamente he escuchado algún comentario acerca de la
publicación de la obra de un pensador alemán (*) que cuestiona la moral de
estos tiempos y como síntesis de su pensamiento muchos tienen la osadía de
decir "Dios ha muerto" -
Pero
yo encuentro a Dios en la Naturaleza, en los colores, en la luz, el aire, y
también en la negra noche donde brillan las estrellas. ¡Quizá yo también sea un
panteísta como el romántico Goethe.! Todo esto, el cielo de Arlés y su
magnífico Sol es una ofrenda Divina y yo estoy inmerso en ella con la brevedad
de mi vida.
Ahora
si, ya encontré el sitio justo para instalar mi atril en esta mañana :
Hoy
pintaré los girasoles !!!.
Teresa Kiskis
Pintura: Vincent Van Gogh