Este,
como vos, quiere ser feliz. Nadie se tomó el trabajo de contarle lo que le
significará vivir. ¡Vivir!. Vaya estado: ¡viva la vida! Siempre ha sido el
pleonasmo preferido de los crédulos sin norte. Crédulo es como bólido. ¿Los
bólidos serán felices? Esdrújulas; sílabas tónicas, como un cencerro adulón. Y
el llamador coincidente: “es efímera”, dicen; aunque una, que ofrecen por ahí,
es eterna. Felicidad bucólica. Otra broma.
Miren
que esos bichos insufribles, esos seres que parecen humanos, son desesperados buscadores de felicidad. Les habrán dicho
que el ser humano, por humano más que por ser, ha buscado todo. TODO, tan sólo
para alcanzarla. De mi felicidad, ni esperen que les hable; eso sí, me enternece
hasta la exasperación, la ingenuidad de tantos, muchos, ¡cómo la buscan!
¡¿Quién les dijo que la vida les tiene reservado un momento de felicidad?!
El
Juan, por ejemplo, está feliz; tiene “yantas” nuevas de la marca que señala y
se ilusiona tanto que no le importa dormir en la misma pieza que sus padres y
sus cuatro hermanos. Y a la mañana, se muestra con esas yantas que ni se quitó
para dormir; y de punta en blanco. En la ronda de amigos que se van juntando,
alguien comenta: “la 31 tiene el virus ese, boludo”. “Pero nosotros no”, dijo
el Juan, aliviado, mirándole de reojo las yantas a su amigo.
Texto: Antonio Capriott
Pintura: Paul Klee
No hay comentarios:
Publicar un comentario