Lenguas de fuego se extienden al cielo. Se levantan en
grito y se expanden en luz. Se va consumiendo todo vegetal, desapareciendo su señorío.
La vida se extingue, los animales escapan o mueren.
Vemos que año tras año se repite la agonía, sin una
respuesta en quienes están llamados
a darle fin. Los intereses, amortiguan
toda acción y desdibujan toda esperanza.
En vano los acuerdos entre autoridades políticas de las
provincias afectadas, en vano un proyecto de ley de humedales que sugerentemente
duerme entre intereses espurios, desde hace varios años.
Hasta el presente, triunfa la avidez malsana del que busca
enriquecerse a costa de la naturaleza, se llamen propietarios, arrendatarios o
funcionarios, todos ellos amalgamados para destruir una riqueza natural que no
tiene retorno en corto plazo.
¿Porque la política encubridora, porque el silencio.
Levantemos nuestras voces, unamos nuestro descontento por tantos actos
traicioneros que desdibujan el futuro. Luchemos por nuestra tierra devastada,
los animales desarraigados, mutilados, muertos, y por nuestra propia salud, puesta
en jaque por el enrarecimiento del aire, envenenado por el humo.
No nos dejemos acallar y sigamos pidiendo justicia. Basta
de quemas, de humo, del nefasto avance del individualismo mezquino y ególatra,
sobre el bien común. Es un problema de todos y requiere soluciones para todos. Pedimos una política que resguarde y promulgue normas, que garanticen la normalidad en la explotación de las
islas, con fuertes sanciones para quienes no las respeten.
Norma N. Márquez