sábado, 26 de marzo de 2022

Esa mujer



Los tentáculos del sol, enorme gato color del desierto, se hundían en el corazón de esa mujer. Esa mujer, una sombra como la de ese árbol, se derramaba sobre su pasado. Quiso abrazar El sol, pero se olvidaba, de la furia y el fuego que llevaba dentro. Parecía que Dios se había dormido. El dolor tenía extraño senderos, por los cuales, .ella no había terminado de andar. Era una niña, frustrada, la luz iba cambiando, su juventud se deformaba como la roca con el cincel del escultor. Ese azar como la vida misma, se vestía con los ropajes de la poesía. El dolor incendiaba sus vísceras. El aire polvoriento del anochecer. Notaba en su pecho, la oscura presencia del miedo. Esa mujer se sentía como avergonzada de aquella enfermedad interna, esa fatiga, que la hacía caer como una piedra en un pozo negro, que se asemejaba a la muerte. Caminaba entre formas plateadas, en lo alto ruidos, ramas de un Álamo titubeante, nerviosa no por la soledad sino por el espanto. Su rostro mortalmente harto de su vida; sólo la blancura de la luna hacía resplandecer sus sombras que volvían a tapizarse de rosas.

La gata bacana

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