jueves, 19 de agosto de 2021

Ayeres

 


La tarde invitaba a desplomarse en un sillón, pero no, quiso volver a esa esquina del barrio que la vio nacer. Era una niña cuando partió al pueblo donde vivía su abuela.

La partida fue abrupta, de un día para otro. “Tenés que irte” le dijeron a su madre que pasó dos noches en vela esperando que regrese su padre.

No lo volvió a ver aunque percibía que algo malo ocurría con sólo mirar el rostro anguloso de aquella mujer que supo ser el pilar de la familia y que la tristeza la volvió rígida, opaca y nunca más recuperó la sonrisa. La bruma se hizo cada vez más densa hasta que invadió toda la casa pero no se animó a preguntar. “Ya va a volver”, se decía.

Llegó a la ochava norte de esa calle que había surcado tantas veces. El tiempo pasó, no pudo precisar cuánto, hasta que vio acercarse una silueta. Un paso, luego el otro. Sin embargo no logró identificar el rostro, sólo los bordes recortados sobre un fondo de árboles y cemento.

Mientras se acercaba lo que predominaba era una mancha borrosa que fue agrandándose hasta ocupar toda la silueta amada. Montones de preguntas invadieron su mente. Sabía que el pasado suele colarse en los sueños del presente para recordarnos que alguna vez nos quisieron, que fuimos felices. Comprendió que el tiempo no existe, que siempre deambulamos entre el pasado, el presente,  y el futuro como zombis sobre una rueda donde todo se repite.

El paisaje del barrio cambió, se hizo de noche. Casi no se dio cuenta. Los recuerdos comenzaron a pesarle, parecía que tenía piedras en cada pie que le impedían moverse. El peso subió por los brazos y se instaló sobre los hombros, luego tomó el rostro y se depositó sobre la frente.

No podía moverse, lo intentó pero no pudo. Se dijo que quizá estaba soñando y que pronto se iba a despertar, tal como ocurrió con la partida de su padre.

Las palomas hicieron su parte ni bien despuntó el sol. La ciudad recuperaba el ritmo habitual: niños hacia la escuela, changuitos que van y vienen del supermercado, autos apurados, peatones ensimismados en sus quehaceres.

Y ella seguía allí, sin poder moverse. Nadie parecía verla. “Mejor” pensó, así puedo seguir esperando a que algún día regrese…

Silvia Lo Presti (agosto 2021)

Pintura: Edvard Munch



  

2 comentarios:

  1. Bellísimo escrito!!!, los recovecos dan espera e imaginación de lo que puede ocurrir. Hay algo que deleita el recorrido de la trama...un trabajo muy interesante!!! Felicitaciones ,lo disfruté!!!!

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