La tarde invitaba a desplomarse en un sillón, pero no, quiso volver a esa esquina del barrio que la vio nacer. Era una niña cuando partió al pueblo donde vivía su abuela.
La partida fue
abrupta, de un día para otro. “Tenés que irte” le dijeron a su madre que pasó
dos noches en vela esperando que regrese su padre.
No lo volvió a
ver aunque percibía que algo malo ocurría con sólo mirar el rostro anguloso de
aquella mujer que supo ser el pilar de la familia y que la tristeza la volvió
rígida, opaca y nunca más recuperó la sonrisa. La bruma se hizo cada vez más
densa hasta que invadió toda la casa pero no se animó a preguntar. “Ya va a
volver”, se decía.
Llegó a la
ochava norte de esa calle que había surcado tantas veces. El tiempo pasó, no
pudo precisar cuánto, hasta que vio acercarse una silueta. Un paso, luego el
otro. Sin embargo no logró identificar el rostro, sólo los bordes recortados
sobre un fondo de árboles y cemento.
Mientras se
acercaba lo que predominaba era una mancha borrosa que fue agrandándose hasta
ocupar toda la silueta amada. Montones de preguntas invadieron su mente. Sabía
que el pasado suele colarse en los sueños del presente para recordarnos que
alguna vez nos quisieron, que fuimos felices. Comprendió que el tiempo no
existe, que siempre deambulamos entre el pasado, el presente, y el futuro como zombis sobre una rueda donde
todo se repite.
El paisaje del
barrio cambió, se hizo de noche. Casi no se dio cuenta. Los recuerdos
comenzaron a pesarle, parecía que tenía piedras en cada pie que le impedían
moverse. El peso subió por los brazos y se instaló sobre los hombros, luego
tomó el rostro y se depositó sobre la frente.
No podía moverse,
lo intentó pero no pudo. Se dijo que quizá estaba soñando y que pronto se iba a
despertar, tal como ocurrió con la partida de su padre.
Las palomas
hicieron su parte ni bien despuntó el sol. La ciudad recuperaba el ritmo
habitual: niños hacia la escuela, changuitos que van y vienen del supermercado,
autos apurados, peatones ensimismados en sus quehaceres.
Y ella seguía
allí, sin poder moverse. Nadie parecía verla. “Mejor” pensó, así puedo seguir
esperando a que algún día regrese…
Silvia Lo Presti (agosto 2021)
Pintura: Edvard Munch
Muy interesante relato, felicitaciones 🎈🎈
ResponderEliminarBellísimo escrito!!!, los recovecos dan espera e imaginación de lo que puede ocurrir. Hay algo que deleita el recorrido de la trama...un trabajo muy interesante!!! Felicitaciones ,lo disfruté!!!!
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