Con
su piel mate, sus ojos marrones, los cuales delineaba con un lápiz negro, sus
pestañas, las que arqueaba con la hoja ya gastada de un viejo cuchillito de
alpaca; un lunar dibujado en su mejilla y labios color carmín. Muy alegre,
siempre sonriente y cantando, escuchaba todo tipo de música, era fan de Los
Nocheros. Como no quiso continuar con sus estudios secundarios, desde
jovencita, aprendió el oficio de costurera, éste lo hizo junto a nuestra madre
ya que tenía una academia de corte y confección y se desempeñó toda su vida
como modista...
Nos
llevábamos diecisiete años de diferencia. Recuerdo, vagamente, imágenes de mi
niñez cuando ella me hacía los vestidos para los distintos eventos familiares,
o me peinaba con el cabello recogido, y me
llevaba a la calesita que estaba a una cuadra de casa...
Después, mamá, para tener algún ingreso más de dinero,
instaló en el local que había debajo de casa, una pizzería y casa de comidas,
ya que ella cocinaba como los dioses, allí se elaboraba y se despachaba
diariamente viandas y había algunos clientes que venían a comer al salón. Así
fue que conoció, al que por más de cincuenta años, fue su único amor. Al
principio no quería saber nada con él, hasta que Cupido hizo de las suyas y los
flechó a los dos. Después de un prudencial tiempo de noviazgo, se casaron. Yo
tenía apenas cuatro años pero aquellas imágenes aparecen nítidamente en mi
memoria, ella misma se confeccionó su vestido de novia, todo realizado en voile
de cortinas, porque era económico y lo pudo adaptar perfectamente, la falda
larga y amplia la cual estaba totalmente trabajada a mano con pequeños
pellizcos y piedras que formaban un dibujo tipo nido de abejas gigante, llevaba
dos o tres enaguas bien almidonadas para que la pollera se pudiera lucir bien.
Un velo con una amplia y larga cola de tul. El banquete de bodas se celebró en
los salones que el Banquito Ferroviario, sito a media cuadra de casa, alquilaba
para fiestas. Desde muy temprano, mami, preparó todo el menú que se iba a
servir, las distintas fuentes con ensalada rusa, los pollos bien condimentados
para que después mis tíos pudieran asarlos, las bebidas ubicadas dentro de los
tambores de chapa con las barras de hielo y las bolsas de arpillera para
mantenerlas bien frías toda la noche.... Allí estuvieron presentes, la abuela,
tíos, primos, y amigos, algunos de los cuales colaboraron oficiando de mozos. Lo
único que no se hizo en casa fue la enorme torta, la cual llevaba sobre el piso
superior los tradicionales muñequitos de yeso representando a la parejita de
novios, muy utilizados en aquella época. Era tal el amor que siempre le tuve a
mi hermana, que cuando ella se fue de la fiesta, lloré como si no la fuese a
ver más...
Así,
fueron pasando los años, ellos luchando juntos codo a codo y corazón a corazón,
para progresar y llevar adelante la hermosa familia que formaron...
Hasta
que un día, su luz se fue desvaneciendo, los recuerdos se disiparon en su
mente, aquella sonrisa que iluminaba cada mañana, de a poquito se apagó, sus
pasos fueron cada vez más lentos...
Esa
maldita enfermedad llamada Alzheimer, le arrebató todo...
Y un
día se fue así, despacito.
Extraño
esas tardes de largas charlas, risas y mates, a
solas las dos...
Hoy me duele su ausencia.
Claudia Turcato
Imagen: Grete Stern
Hermoso Clau!
ResponderEliminarFelicitaciones
❤️🌟