lunes, 12 de abril de 2021

Mi hermana

 

 


Con su piel mate, sus ojos marrones, los cuales delineaba con un lápiz negro, sus pestañas, las que arqueaba con la hoja ya gastada de un viejo cuchillito de alpaca; un lunar dibujado en su mejilla y labios color carmín. Muy alegre, siempre sonriente y cantando, escuchaba todo tipo de música, era fan de Los Nocheros. Como no quiso continuar con sus estudios secundarios, desde jovencita, aprendió el oficio de costurera, éste lo hizo junto a nuestra madre ya que tenía una academia de corte y confección y se desempeñó toda su vida como modista...

Nos llevábamos diecisiete años de diferencia. Recuerdo, vagamente, imágenes de mi niñez cuando ella me hacía los vestidos para los distintos eventos familiares, o me peinaba con el cabello recogido, y  me llevaba a la calesita que estaba a una cuadra de casa...

Después,  mamá, para tener algún ingreso más de dinero, instaló en el local que había debajo de casa, una pizzería y casa de comidas, ya que ella cocinaba como los dioses, allí se elaboraba y se despachaba diariamente viandas y había algunos clientes que venían a comer al salón. Así fue que conoció, al que por más de cincuenta años, fue su único amor. Al principio no quería saber nada con él, hasta que Cupido hizo de las suyas y los flechó a los dos. Después de un prudencial tiempo de noviazgo, se casaron. Yo tenía apenas cuatro años pero aquellas imágenes aparecen nítidamente en mi memoria, ella misma se confeccionó su vestido de novia, todo realizado en voile de cortinas, porque era económico y lo pudo adaptar perfectamente, la falda larga y amplia la cual estaba totalmente trabajada a mano con pequeños pellizcos y piedras que formaban un dibujo tipo nido de abejas gigante, llevaba dos o tres enaguas bien almidonadas para que la pollera se pudiera lucir bien. Un velo con una amplia y larga cola de tul. El banquete de bodas se celebró en los salones que el Banquito Ferroviario, sito a media cuadra de casa, alquilaba para fiestas. Desde muy temprano, mami, preparó todo el menú que se iba a servir, las distintas fuentes con ensalada rusa, los pollos bien condimentados para que después mis tíos pudieran asarlos, las bebidas ubicadas dentro de los tambores de chapa con las barras de hielo y las bolsas de arpillera para mantenerlas bien frías toda la noche.... Allí estuvieron presentes, la abuela, tíos, primos, y amigos, algunos de los cuales colaboraron oficiando de mozos. Lo único que no se hizo en casa fue la enorme torta, la cual llevaba sobre el piso superior los tradicionales muñequitos de yeso representando a la parejita de novios, muy utilizados en aquella época. Era tal el amor que siempre le tuve a mi hermana, que cuando ella se fue de la fiesta, lloré como si no la fuese a ver más...

Así, fueron pasando los años, ellos luchando juntos codo a codo y corazón a corazón, para progresar y llevar adelante la hermosa familia que formaron...

Hasta que un día, su luz se fue desvaneciendo, los recuerdos se disiparon en su mente, aquella sonrisa que iluminaba cada mañana, de a poquito se apagó, sus pasos fueron cada vez más lentos...

Esa maldita enfermedad llamada Alzheimer, le arrebató todo...

Y un día se fue así, despacito.

Extraño esas tardes de largas charlas, risas y mates, a  solas las dos...

Hoy me duele su ausencia.

Claudia Turcato 

Imagen: Grete Stern



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