El polvo acumulado en las huellas que dejaron los
tractores, se levanta y cubre el auto y a él,
con una manta.
Ha vuelto a casa.
Es domingo, la luz del sol se mezcla con el follaje,
una suave brisa baña la casa. El trino opaco de algún gorrión.
Su hijo se ha marchado.
Se sienta en el porche, aún no se atreve a entrar,
la claridad desfallece anunciando el fin
del día.
La casa se oscurece, él es una sombra, su cigarrillo
un ojo rojo que se abre y se cierra.
Entra, la casa está vacía, como si en su interior no
estuviese él, con sus pies descalzos que pisan el granito frío y hostil.
Algo esponjoso entre sus piernas, la gata de su
hijo, la acaricia.
Se ha ido, quiere saciar su curiosidad, como él en su
adolescencia, ya se enterará de todo lo que él sabe, ¿para qué irse? , no hace
falta, las cosas ocurren por sí mismas.
Enciende una lámpara, el espejo refleja un rostro cansado, hecho de miles de rostros.
¿Qué hace en esa soledad?. Su hijo no está, se tumba
en el sofá de esa habitación desierta y……espera.
Texto y pintura: La Gata Bacana
No hay comentarios:
Publicar un comentario