“Recuerdo esos días, recuerdo el aire y la luz de esos días, porque fue la primera vez que sentí los mismos síntomas que mi padre, esa oscura ansiedad que me oprimía el pecho.
Por
primera vez, como mi padre, sentía la alegría y la tristeza de un hombre solitario
y ansié metas distantes y aguardé la mañana seguro de grandes acontecimientos.
Y
por la noche me estremecía de imprecisos deseos, percibiendo voces y ruidos
remotos suspendidos como esferitas en la laxitud de las sombras”.
Haroldo Conti (Todos los veranos).
Siempre
me pasó. O casi siempre. Eso de estar solo. Buscando siempre más un allá. Y
sentir que la vida pasa lejos. Apenas un rumor que me deja afuera, a la intemperie.
Y a veces me lastima ese exilio permanente. Y otras veces sé que así será hasta
el fin de mi existencia. Y que seguiré buscando siempre caminos lejos de la
gente. Casi a contramano. Y pienso que un destino inevitable me hizo así;
eterno viajero de los márgenes, melancólico espectador de la vida, buscador
eterno de ilusiones que acompañado de tristezas cotidianas y con mi pobre alma
al descubierto, seguiré viajando por la vida buscando más allá del horizonte.
Preguntando en dónde están los espejismos. Soñando que siempre hay algo más. Y
a veces, cansado, solamente para escapar de este triste páramo en donde se perdió la esperanza de soñar, seguiré pintando de amarillo, verde mar o azul
añil la realidad inevitable de la vida. Y buscaré una tregua en un pueblito en
donde el tiempo se paró, o navegaré con mi barco de madera por algún río marrón
sintiendo el ruido de las olas y de las velas llenas de viento. Y estoy seguro
que así será siempre. Hasta el último momento. Por eso de seguir a pesar de
todo, por no resignar mi rebeldía, por no sentirme derrotado.
Y
perpetuo caminante de los bordes seguiré corriendo siempre atrás de ensueños y
utopías. Imaginando que la vida sin pasiones no merece ser vivida. Que alguna
ideología, la que sea, me lleve por otro rumbo. Que vale la pena remontarse en
alguna ilusión por más lejos que ella esté.
Y
también sé que allí nomás, a la vuelta de la esquina, encontraré la soledad. La
que se siente en el alma y en el cuerpo y nunca se va. Y me iré quedando solo. Buscando
caminos lejos de la gente.
Casi
a contramano.
Texto y pintura: Juan
Manuel Maini. Puerto Gaboto, Marzo del 2018
Excelente escrito.
ResponderEliminarFelicitaciones!
Maria Susana.